jueves, 13 de octubre de 2011

De género

He llegado al límite, y he llegado cuando preparando una intervención, escribiendo un borrador me he hecho lo que podríamos llamar un lío de género. De tanto repetir todos y todas, compañeros y compañeras, amigos y amigas, etc...he llegado a complicar tanto las cosas que he sido incapaz de hacer las concordancias de género entre los verbos, adjetivos y sustantivos de forma correcta convirtiendo lo que había escrito en algo correcto desde el punto de vista de la no discriminación sexista, pero absolutamente incomprensible desde el punto de vista gramatical o semántico. Nunca he sido contrario a intentar despojar al idioma, en la medida de lo posible, de todas las connotaciones que pudieran destacar el carácter claramente discriminatorio, negativo hacia la mujer, que tiene nuestra sociedad. De modo que hay expresiones de las que podemos prescindir tranquilamente sin que resienta para nada nuestro idioma. De hecho podríamos prescindir de tacos y palabrotas, muchas de ellas cargadas de atroz sexismo y se nos entendería estupendamente. Ya con ello habríamos dado un notable avance. Pero rizar el rizo con continuos desdoblamientos de género construye discursos insorpotables, al menos para mí, que hacen que acabemos fijándonos antes en la forma que en el fondo. A mi, por lo menos, hablar así me resulta artificial y complicado, me siento ridículo, y de ahora en adelante, cada vez que hable en público, o cada vez que escriba algo, voy a rehuir, de forma consciente y voluntaria, de una forma de expresión tan ajena a mi naturalidad. Y si por ello hay alguien que deduce en mí comportamientos de índole sexista demuestra dos cosas: la primera que no me conoce, y no está obligado a ello, y la segunda, que su recorrido intelectual en defensa de la igualdad de derechos de los sexos es limitada y superficial.
No siempre las traducciones dan los resultados apetecidos, aunque a veces no tenga importancia, por ejemplo los comunistas españoles tenemos la tradición de llamarnos camaradas, reflejo directo del francés camarade, pero ese término francés incluye la acepción de compañero que es lo que siginifica el término ruso tovarich. Puede ser, no estoy seguro, que la expresión violencia de género sea el producto de una traducción excesivamente literal. En cualquier caso en español el género es una cualidad de las palabras, que no siempre tiene correlación con el sexo. Solo los seres vivos tienen sexo mientras que género tienen todas las palabras. Una mesa no tiene sexo feménino por más que sea ese su género. Cuando yo era chaval, y ya ha llovido, estudiabamos que en español había cinco genéros: masculino, femenino, neutro, epiceno y ambiguo. Los tres primeros son obvios, el epiceno se refiere a las palabras inmutables al cambiar de género: el periodista y la periodista, y el ambiguo pues eso el ambiguo: el mar, la mar, etc. Yo por mi parte y sin ánimo de entablar polémicas me referiré siempre a violencia machista cuando se trate de la violencia ejercida por hombres contra mujeres en función de su condición sexual.

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