jueves, 8 de abril de 2010

Por pura lógica: Garzón en el banquillo

Estoy asistiendo, atónito y un tanto estupefacto, a la reacción que, desde la práctica totalidad de sectores de la izquierda y segmentos sociales progresistas, está teniendo la evidente persecución de que es objeto el magistrado de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón. Y me quedo atónito y estupefacto porque la reacción es de asombro, es decir la izquierda se asombra de que un juez sea perseguido, y con saña, por haberse atrevido a intentar juzgar a un régimen canalla, asesino y fascista como el franquismo compuesto, que no se olvide, por individuos, con nombre, apellidos y DNI, canallas, asesinos y fascistas. A mi me parece absolutamente, normal. Tan normal como injusto. Para empezar este juez, sin entrar a valorar su calidad como instructor, para lo que no tengo conocimientos, ni siquiera, mínimos y sin entrar a valorar si se trata de un juez estrella, asteroide o aerolito, es una anomalía. Hay otros pocos, poquísimos, en esas circunstancias, dentro de una casta, la judicial, extraordinariamente conservadora, cuando no abiertamente reaccionaria, poco respetuosa con lo sustantivo de la democracia, aunque aparenten respetar las "formas". Más cercana, en definitiva, al fascismo institucional que a la democracia formal. Y si el juez Ferrín Calamita ha sido apartado de la carrera judicial, lo ha sido muy a pesar de la mayoría de la profesión, que son tan homófobos como ese magistrado pero no cruzan el límite de incumplir leyes y reglamentos como, calamitosamente, y perdón por el evidente retruécano, hizo él. No son pocos los jueces y magistrados que dictan sentencias y resoluciones con un ojo puesto en el código civil o el penal y el otro en la doctrina de la Iglesia Católica. Que el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial sea el, confesadamente, ultracatólico, Carlos Dívar no es más que un síntoma del estado en que se encuentra el Poder Judicial. Y a alguien, a mi desde luego no porque creo tener claro cual es el carácter íntimo de nuestro ordenamiento jurídico, le puede asaltar una duda ¿Porqué los jueces, y los militares, tienen, expresamente, prohibida su pertenencia a una formación política, y no a una confesión religiosa?
Este régimen político, con su ordenamiento jurídico, no es, ni ha sido, ni puede ser democrático, ni siquiera utilizando como parámetros, para calificar como democrático, aquellos que sirven para adjetivar como tal a países de nuestro entorno, monárquicos o republicanos. El Reino de España no es homologable ni a la República Francesa ni a la Monarquía Británica, por más que como ellos, tenga, de forma regular, procesos electorales que permiten elegir ayuntamientos, parlamentos y gobiernos, por más que, como en ellos, se disfruten de unas libertades ciudadanas de reunión, asociación y expresión que parecen diferenciarlo, nítidamente, de un sistema formalmente dictatorial o totalitario. Porque, y si esto no lo tenemos claro caeremos de forma continua en estados de asombro y perplejidad como el que hoy afecta a la mayoría de la izquierda, este régimen no tiene su génesis el 6 de diciembre de 1978, día en el que se aprueba la Constitución vigente, ni el 15 de junio de 1977, día en el que se eligen una Cortes, a la postre, Constituyentes, ni siquiera el 20 de noviembre de 1975, día en el que desaparece Franco pero no el franquismo. Este régimen, y por eso nunca será democrático ni aplicando las normas que definen una democracia burguesa, o formal ,si chirría el término, tiene su origen, su génesis, el 18 de julio de 1936. Este régimen es la evolución natural del franquismo,y para que esa evolución fuera posible tenía que asegurar la absoluta impunidad de los estamentos que habían asegurado la estabilidad de la estructura fascista, y muy particularmente la policía, el ejército y la judicatura. Tristemente, ahora, muchos años despues, nos vienen a dar la razón, a los, entonces, jóvenes que alertabamos sobre la ambigüedad del término amnistía,y que, no mucho después, nos negamos a votar y a hacer campaña en favor de la Constitución de 1978. Entonces fuimos silenciados, no sería exagerado decir que reprimidos, por nuestros dirigentes, con especial virulencia por el aparato que, con puño de hierro para nosotros y guante de seda para todo aquel que hubiera evolucionado desde el franquismo, controlaba, manipulaba y dirigía el PCE. A la cabeza Santiago Carrillo, que hoy, a los noventa y cinco años, y sin tener la necesidad de engañar a nadie, un tanto de vuelta de todo, dice claramente lo que lleva intentando cuarenta años la destrucción del Partido Comunista de España. La amnistía, tenía para aquellos sectores, aparentemente evolucionados del franquismo que pilotaron la la transición en criminal connivencia con traidores dirigentes de la izquierda, un claro carácter de Ley de Punto de Final. Tenían que asegurarse que sus delitos, o los de sus padres, o los de sus abuelos, no serían jamás investigados. Consentirán que la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón o quien sea, investigue los crímenes de la dictadura chilena o argentina. Nunca los de la dictadura española. Mientras las diversas advocaciones de Falange, todas ellas exaltadoras, de una manera u otra, del franquismo, son partidos legales, ridículos y minoritarios, si se quiere, pero legales, la mayoría de la izquierda nacionalista vasca es ilegal porque justifica y exalta, dicen, la violencia de ETA. Habrá quien argumente que ETA está en activo, y el franquismo hoy no existe. Mentira. Basta darse una vuelta por cualquier campo de fútbol. En un estado mínimamente democrático la justificación, y aún más la apología, del franquismo debería ser un delito duramente castigado, como lo es la justificación del nazismo en Alemania o del fascismo en Italia. En un régimen mínimamente democrático las declaraciones de Jaime Mayor Oreja destacando la placidez del franquismo le hubieran llavado ante los tribunales. Lo mismo que las espurias justificaciones, de la rebelion de julio de 1936, que escupen, impunemente, Pío Moa, César Vidal o FJlS. Por contra, a Eduardo y Naiara Cabrera les piden dos años y medio de cárcel, más una multa económica, por ondear una bandera republicana en presencia de unos parásitos de sangre azul.
Una última reflexión, para la izquierda estupenda: Sigan escudriñando las posibles carencias democráticas de Cuba. A lo mejor llegan a la misma conclusión a lo que yo llegué hace tiempo:
Para quien considere a este un sistema democrático, aquel no puede serlo.

1 comentario:

Antonio dijo...

Solamente un par de puntualizaciones:
- Una. A vueltas con lo mismo. Si uno es católico, ya no puede ser juez. Oiga, ni profesor, entonces, ni funcionario público de ningún tipo. Declaración formal de ateísmo para pertenecer a la función pública. Porque está claro que SOLO los católicos tienen prejuicios ideológicos; el resto del mundo mundial son espíritus puros incontaminados. Eso es una falacia como la copa de un pino, basada precisamente en un prejuicio anticatólico (muy de moda ahora, por cierto).
Dos.- Garzón fue en las listas del PSOE y no se inhibe a la hora de juzgar a políticos del PP. Imparcialidad a tope, por lo que se ve. Y juzga a Franco, que 35 años después de muerto ya no da miedo. Pues que deroguen antes la Ley de Amnistía, amparándose en la cual el propio Garzón no quiso juzgar Paracuellos. La ley está para cumplirla, digo yo, no sólo cuando nos gusta. Y si los partidos de izquierda tragaron con la amnistía en el 77, que apenquen. Que ya están volviendo otra vez las dos Españas, dispuestas a helarnos el corazón.