lunes, 25 de enero de 2010

La Lira

Conviene, me parece a mi, de vez en cuando distanciarse un poco de la actividad cotidiana, bien sea laboral, que no me causa gran esfuerzo, bien sociopolítica, lo que me cuesta bastante más. Sirve, al menos a mí me sirve, esta especie de disociación para fortalecer el espíritu, término que a mí, sin entrar en consideraciones de índole metafísico, me gusta emplear. Y me sirve porque para este fortalecimiento espiritual, necesito actividades placenteras y como cada día me siento más epicúreo , siguiendo, más o menos, el tetraphármakon: no hay que preocuparse de los dioses, ni de la muerte, el bien es fácil de conseguir y el mal fácil de evitar, termino, al igual que el filósofo griego, prefiriendo los placeres catastemáticos a los cinéticos, en definitiva todo intento de placer que me implique esfuerzo físico, sudoración excesiva y cansancio pierde gran parte de su esencia. Entre estos placeres pasivos la lectura ocupa un importante lugar, entre otras cosas porque, probablemente, es el más cómodo. Amo la música, sin entender demasiado, pero, sin menospreciar las excelentes grabaciones existentes, como más la disfruto es en directo., y ello implica desplazarse, vestirse adecuadamente, encontrar aparcamiento, etc... Diría lo mismo del cine, que exige, para paladearlo en estado puro, una buena sala, algo cada vez más difícil de encontrar, puesto que la posibilidad de comer palomitas descalifica, desde ya, cualquier local. La lectura solo necesita un buen libro, un sillón cómodo y que a uno le dejen en paz. Supongo que no seré el único al que le pasa este fenómeno, pero no siempre tiene uno la misma predisposición para depende qué tipo de lectura. Y yo, en estos momentos, ando enredado, y no sé porqué con San Juan de la Cruz. Y ello me lleva al título de la entrada La lira.
Se trata de una estrofa de origen italiano que combina versos de arte mayor y menor en concreto heptasílabos y endecasílabos, más o menos con la estructura
7a
11B
7a
7b
11B


Como otras estrófas de orígen italiano, de allí la trajo el gran Garcílaso , y a él le debemos el nombre.


Si de mi baja lira
tanto pudiera el sol que en un momento
aplacase la ira
y la furia del mar y el movimiento
.

Algún reconocido contertulio puede que recuerde que el colegio nos enseñaron aquello de:
Garcilaso importa la lira, Fray Luis de León, la cristianiza, y San Juan de la Cruz la diviniza.
Y es que en efecto, mientras que el importador de la estrofa apenas la emplea, el represaliado rector de Salamanca lo hace con profusión ¿Quien no recuerda la Oda a la vida retirada inspirada en el Beatus ille, qui procul negotiis ut prisca gens mortalium horaciano?

Curiosa, por no decir otra cosa, fue la vida de
este agustino descendiente
de cristianos nuevos, lo que, puede que,
influyera en su, nunca disimulado, interés
por la parte de las sagradas escrituras, comunes
con la religión hebrea, lo que se ha dado en
llamar Antiguo Testamento con muy poco,
diríamos que ninguno, afecto por le versión
oficial de la Biblia, La Vulgata.
Estas sospechosas preferencias llaman
la atención del Santo Oficio, curioso
oficio este de velar al mismo tiempo por la
pureza del alma y de la sangre, que en 1572
le llama a capitulo, permaneciendo
recluido durante cinco años por la Inquisición
sin juicio y es que el ni el antisemitismo lo
inventó Don Adolfo ni el
modelo carcelario de uso en Guantánamo
es especialmente novedoso.



¡Qué descansada vida
la del que huye el mundanal ruïdo
y sigue la escondida
senda por donde han ido
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho
de los soberbios grandes el estado,
ni del dorado techo
se admira, fabricado
del sabio moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama
canta con voz su nombre pregonera,
ni cura si encarama
la lengua lisonjera
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presta a mi contento
si soy del vano dedo señalado,
si en busca de este viento
ando desalentado
con ansias vivas y mortal cuidado?

¡Oh campo, oh monte, oh río!
¡Oh secreto seguro deleitoso!
roto casi el navío,
a vuestro almo reposo
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño,
un día puro, alegre, libre quiero;
no quiero ver el ceño
vanamente severo
de quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiértenme las aves
con su cantar süave no aprendido,
no los cuidados graves
de que es siempre seguido
quien al ajeno abritrio está atenido.

Vivir quiero conmigo,
gozar quiero del bien que debo al cielo
a solas, sin testigo,
libre de amor, de celo,
de odio, de esperanzas, de recelo.

Del monte en la ladera
por mi mano plantado tengo un huerto,
que con la primavera
de bella flor cubierto,
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

Y como codiciosa
de ver y acrecentar su hermosura,
desde la cumbre airosa
una fontana pura
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego sosegada
el paso entre los árboles torciendo,
el suelo de pasada
de verdura vistiendo,
y con diversas flores va esparciendo.

El aire el huerto orea,
y ofrece mil olores al sentido,
los árboles menea
con un manso ruïdo,
que del oro y del cetro pone olvido.

Ténganse su tesoro
los que de un flaco leño se confían:
no es mío ver al lloro
de los que desconfían
cuando el cierzo y el ábrego porfían.

La combatida antena
cruje, y en ciega noche el claro día
se torna; al cielo suena
confusa vocería,
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla
mesa, de amable paz bien abastada
me baste, y la vajilla
de fino oro labrada,
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable-
mente se están los otros abrasando
en sed insacïable
del no durable mando,
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido
de yedra y lauro eterno coronado,
puesto el atento oído
al son dulce, acordado,
del plectro sabiamente meneado.

Pero sin desmerecer a nadie es sin duda el carmelita, San Juan de la Cruz, quien eleva la lira a su lirismo máximo. Reformador del Carmelo junto con otra heteredoxa de la época, Santa Teresa, lo cual, por más que hoy sean ambos doctores de la iglesia, les generó mil y un problemas con la jerarquía católica de la época. No consta que cayeran sobre él sospechas de cristiano nuevo, lo cual en la época era un delito en sí mismo, sin embargo la influencia que sobre él tuvo, la citada, Teresa de Cepeda, que sí era sospechosa de ese crimen, le lleva a ser un firme partidario de la reforma de la orden, llegando a ser encarcelado, a instancias de los carmelitas calzados, durante casi un año. Con todo, y en una de esas piruetas tan del gusto del Vaticano, donde dije digo, digo Diego, es beatificado en 1657 por Clemente X y canonizado en 1726 por Benedicto XIII, Pío XII lo nombra doctor de la Iglesia Universal y desde 1952, en una decisión que comparto plenamente, es patrono de los poetas españoles.

En una noche oscura,
con ansias, en amores inflamada
¡oh dichosa ventura!,
salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.

A oscuras y segura,
por la secreta escala disfrazada,
¡Oh dichosa ventura!,
a oscuras y en celada,
estando ya mi casa sosegada.

En la noche dichosa
en secreto, que nadie me veía,
ni yo miraba cosa,
sin otra luz y guía
sino la que en el corazón ardía.

Aquésta me guiaba
más cierto que la luz del mediodía,
adonde me esperaba
quien yo bien me sabía,
en parte donde nadie parecía.

¡Oh noche que guiaste!
¡Oh noche amable más que el alborada!
¡Oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada en el Amado transformada!

En mi pecho florido
que entero para él sólo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba

El aire de la almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado,
cesó todo y dejéme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.


Para los que estudiamos en el bachillerato en el bienamado plan de 1957, sin EGB's, BUP's, ESO's y otras zarandajas contribuyentes a un creciente analfabetismo aprendimos que una aliteración era esto :

salí sin ser notada
estando ya mi casa sosegada.


La repetición del sonido de la ese, que es una alveolar fricativa, produce un maravilloso efecto, aunque no sólo es ese el sonido capaz de producir ese efecto, uno versos más abajo tenemos:

Amado con amada,
amada en el Amado transformada


Y Federico García Lorca, que tampoco ha sido manco a la hora de hacer música con el lenguaje nos regala en el Romance de la Guardía Civil

Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,

los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido,
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento, vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche noche,
que noche nochera
.


Y volviendo al santo poeta abulense y para quien le guste la poesía amorosa, incluso erótica:

Esposa:
¿Adónde te escondiste,
amado, y me dejaste con gemido?
Como el ciervo huiste,
habiéndome herido;
salí tras ti,lamando, y eras ido.

Pastores,los que fuerdes
allá, por las majadas, al otero,
si por ventura vierdes
aquél que yo más quiero,
decidle que adolezco, peno y muero.

Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas;
ni cogeré las flores,
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.


(Pregunta a las Criaturas)
¡Oh bosques y espesuras,
plantadas por la mano del amado!
¡Oh prado de verduras,
de flores esmaltado,
decid si por vosotros ha pasado!


(Respuesta de las Criaturas)
Mil gracias derramando,
pasó por estos sotos con presura,
y yéndolos mirando,
con sola su figura
vestidos los dejó de hermosura.


Esposa:
¡Ay, quién podrá sanarme!
Acaba de entregarte ya de vero;
no quieras enviarme
de hoy más ya mensajero,
que no saben decirme lo que quiero.


Y todos cantos vagan,
de ti me van mil gracias refiriendo.
Y todos más me llagan,
y déjame muriendo
un no sé qué que quedan balbuciendo.

Mas ¿cómo perseveras,
oh vida, no viviendo donde vives,
y haciendo, porque mueras,
las flechas que recibes,
de lo que del amado en ti concibes?

¿Por qué, pues has llagado
aqueste corazón, no le sanaste?
Y pues me le has robado,
¿por qué así le dejaste,
y no tomas el robo que robaste?

Apaga mis enojos,
pues que ninguno basta a deshacellos,
y véante mis ojos,
pues eres lumbre dellos,
y sólo para ti quiero tenellos.

¡Oh cristalina fuente,
si en esos tus semblantes plateados,
formases de repente
los ojos deseados,
que tengo en mis entrañas dibujados!

¡Apártalos, amado,
que voy de vuelo!

Esposo:
Vuélvete, paloma,
que el ciervo vulnerado
por el otero asoma,
al aire de tu vuelo, y fresco toma.


Esposa:
¡Mi amado, las montañas,
los valles solitarios nemorosos,
las ínsulas extrañas,
los ríos sonorosos,
el silbo de los aires amorosos;

la noche sosegada,
en par de los levantes de la aurora,
la música callada,
la soledad sonora,
la cena que recrea y enamora;

nuestro lecho florido,
de cuevas de leones enlazado,
en púrpura tendido,
de paz edificado,
de mil escudos de oro coronado!

A zaga de tu huella,
las jóvenes discurran al camino;
al toque de centella,
al adobado vino,
emisiones de bálsamo divino.

En la interior bodega
de mi amado bebí,y cuando salía,
por toda aquesta vega,
ya cosa no sabía
y el ganado perdí que antes seguía.

Allí me dio su pecho,
allí me enseñó ciencia muy sabrosa,
y yo le di de hecho
a mí, sin dejar cosa;
allí le prometí de ser su esposa.

Mi alma se ha empleado,
y todo mi caudal, en su servicio;
ya no guardo ganado,
ni ya tengo otro oficio,
que ya sólo en amar es mi ejercicio.

Pues ya si en el ejido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido;
que andando enamorada,
me hice perdidiza, y fui ganada.

De flores y esmeraldas,
en las frescas mañanas escogidas,
haremos las guirnaldas
en tu amor florecidas,
y en un cabello mío entretejidas:

en sólo aquel cabello
que en mi cuello volar consideraste;
mirástele en mi cuello,
y en él preso quedaste,
y en uno de mis ojos te llagaste.

Cuando tú me mirabas,
tu gracia en mí tus ojos imprimían;
por eso me adamabas,
y en eso merecían
los míos adorar lo que en ti vían.

No quieras despreciarme,
que si color moreno en mí hallaste,
ya bien puedes mirarme,
después que me miraste,
que gracia y hermosura en mí dejaste.

Cogednos las raposas,
que está ya florecida nuestra viña,
en tanto que de rosas
hacemos una piña,
y no parezca nadie en la montiña.

Deténte, cierzo muerto;
ven, austro, que recuerdas los amores,
aspira por mi huerto,
y corran sus olores,
y pacerá el amado entre las flores.


Esposo:
Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobres los dulces brazos del amado.

Debajo del manzano,
allí conmigo fuiste desposada,
allí te di al mano,
y fuiste reparada
donde tu madre fuera violada.

O vos, aves ligeras,
leones, ciervos, gamos saltadores,
montes, valles, riberas,
aguas, aires, ardores
y miedos de las noches veladores,

por las amenas liras
y canto de serenas os conjuro
que cesen vuestras iras
y no toquéis al muro,
porque la esposa duerma más seguro.


Esposa:
Oh ninfas de Judea,
en tanto que en las flores y rosales
el ámbar perfumea,
morá en los arrabales,
y no queráis tocar nuestros umbrales.

Escóndete, carillo,
y mira con tu haz a las montañas,
y no quieras decillo;
mas mira las compañas
de la que va por ínsulas extrañas.


Esposo:
La blanca palomica
al arca con el ramo se ha tornado,
y ya la tortolica
al socio deseado
en las riberas verdes ha hallado.

En soledad vivía,
y en soledad he puesto ya su nido,
y en soledad la guía
a solas su querido,
también en soledad de amor herido.


Esposa:
Gocémonos, amado,
y vámonos a ver en tu hermosura
al monte o al collado
do mana el agua pura;
entremos más adentro en la espesura.

Y luego a las subidas
cavernas de la piedra nos iremos,
que están bien escondidas,
y allí nos entraremos,
y el mosto de granadas gustaremos.

Allí me mostrarías
aquello que mi alma pretendía,
y luego me darías
allí tú, vida mía,
aquello que me diste el otro día:

el aspirar del aire,
el canto de la dulce filomena,
el soto y su donaire
,en la noche serena
con llama que consume y no da pena;

que nadie lo miraba,
Aminadab tampoco parecía,
y el cerco sosegaba,
y la caballería
a vista de las aguas descendía.

1 comentario:

Javier Lázaro Sanz dijo...

Sí señor, es una hermosa estrofa, la lira. Una de mis favoritas.