miércoles, 24 de diciembre de 2008

El triste rodar de Aerofagio Bemoles (III)

Los inicios no fueron, ni mucho menos, sencillos junto a la concesión del servicio de recogida, el ayuntamiento le había facilitado el uso, para depositar los desperdicios, de un solar, de ignorada pertenencia pero con el tiempo pasó a ser propiedad de los Bemoles, que tenía la virtud de ser enorme, y el defecto de estar, entonces, lejísimos del centro de la ciudad. Dado que necesitaba la fuente de ingresos que suponía acudir regularmente por las mañanas al ministerio, decidió instalar allí la sede social y fiscal del negocio, y convenció a sus compañeros de negociado de que trabajasen para él, no sólo por las mañanas en las labores administrativas, aún escasas, sino también por la noche, en lo que era el verdadero trabajo de recogida y acarreo de los desperdicios hasta el solar, y lo que es más importante trabajaron para él prácticamente gratis, sin más remuneración que unos recibos firmados a los que presuntuosamente llamo participaciones en la empresa, y que años más tarde un juez, compañero de Bundo en las farras nocturnas que fueron muy importantes en el desarrollo de su negocio, tasó en un valor idénticamente igual a cero. La habilidad oratoria y de convicción que había adquirido con la participación en tanta tertulia y reunión en la que tenía que defender, y de forma casi simultánea una hipótesis y su antítesis, le fue de extraordinaria utilidad en estos iniciales momentos en los que el negocio basurero lanzaba su primer vagido. Con tan magros recursos humanos le era prácticamente imposible abarcar la recogida en toda la ciudad. Además la asignación municipal para el servicio era claramente insuficiente, de forma que asumió solamente dos barrios del centro de la ciudad. Se daba la circustancia, al igual que ocurre o hoy, que la Justicia no era todo lo diligente que cabe esperar, de manera que si un inquilino o realquilado dejaba de satisfacer el correspondiente pago a su arrendatario, podía dilatarse meses, e incluso años, el procedimiento ejecutivo del desahucio, y este procedimiento pasaba por el negociado de Bundo, donde, hasta ese momento, jamás era revisado, ni acelerado, ni retrasado, según traía los expedientes un conserje directamente desde el juzgado correspondiente, se acumulaban en una bandeja que ponía pendientes , y cuando había un número suficiente que justificase molestar a otro conserje, se le llamaba para que siguiera adelante el proceso. Las cosas cambiaron, los expedientes de los barrios atendidos por el servicio de recogida de basuras alcanzaron una sorprendente celeridad, y pronto los propietarios de los inmuebles, evidentemente los económicamente fuertes de la ciudad, fueron conveniente y anónimamente informados de la relación causa-efecto entre la basura y el desahucio. La necesidad de que el servicio de recogida de basura llegara a todos los barrios se convirtió en un clamor, el alcalde llamó a Bundo a su despacho. De aquella reunión poco se sabe, nadie, salvo los dos interlocutores , estuvo presente y los dos se llevaron a la tumba las interioridades de lo hablado. Lo que si llegó a saberse, muchos años después cuando la alcaldía cambió de manos, es que el alcalde terminó esa reunión siendo socio, en secreto, de Tremebundo, que el Ayuntamiento compraría, y cedería para su uso a Limpiezas Bemoles , los carros y caballerías necesarios para asegurar la limpieza de la ciudad, así mismo la corporación municipal se haría cargo de las nóminas del personal que Tremebundo contrató a su entera satisfacción, y entre los que no había nadie que, ni de lejos, hubiera trabajado para institución oficial alguna. Quedaba por resolver un asunto en absoluto baladí, la eliminación de la competencia. Hasta la instauración del servicio con carácter municipal las basuras de la ciudad no habían ido desapareciendo por si mismas, pudiera haber sido así con los restos orgánicos siempre sujetos a la natural degradación, a costa de un olor que bien se podría definir como peculiar, pero imposible con los restos inorgánicos de madera y metal (chatarra) que su hubieran acumulado sin fin. Eran generalmente grupos de romanís (gitanos) y otros nómadas como los quincalleros (quinquis) los que tradicionalmente se ocupaban de estos menesteres, no eran gentes fáciles de convencer acostumbrados a pelear por lo suyo hasta donde fuera menester, y estabamos hablando de su tradicional modus vivendi , no fue casualidad que el gobernador civil, gran amante de la vida, digamos que.., social, coincidiera en alguna francachela con Tremebundo , ni fue casualidad tampoco que desde ese conocimiento, del que probablemente nacería también alguna asociación poco clara, el rigor de los agentes de la autoridad con estos colectivos trashumantes aumentó de forma desproporcionada, de manera que, poco a poco, fuero abandonando la ciudad y la provincia. Por fin tenía Tremebundo Bemoles las manos libres, era momento de dejar el empleo de funcionario y sentar la cabeza casándose.

1 comentario:

RGAlmazán dijo...

D. Bolche, se podía haber arrejuntao, mira que casarse. La cosa pierde mucho si la lleva por caminos normales, como la corrupción, la coacción, el enchufismo y el matrimonio. Pero en fin, no seré yo quien no espere al próximo capítulo del serial
¿Que ocurrirá en la boda de Bemoles?
¿Continuará extendiendo su negocio o encontrará algún concejal que le quiera hacer la competencia?
¿Cuántos hijos tendrá para que continúen la saga de las basuras?
¿Cómo se las apañará cuando cambie el alcalde, le pagará también?

Quedo en ansiosa espera.

SAlud y República